miércoles, 6 de abril de 2011

Aimara y Fiiti

Esta es una historia un tanto curiosa. No tanto por lo que le ocurrió a Aimara, que fue que se le cayó un diente y aquella noche le iba a traer el ratoncito Pérez una recompensa, sino porque más allá de las estrellas, en otra galaxia muy lejana, muy lejana, había otra niña-fanta llamada Fiiti a la que también se le había caido una escama. Su primera escama. Y como es lo acostumbrado en aquel otro remoto lugar del cosmos, el gorgon Waio, le iba a dar su recompensa.

Pero, supongo que os estareis preguntando que qué es una niña-fanta, porqué y de dónde se le caen las escamas, cómo son las casas en las que viven y cómo son sus colegios, quién es  y qué aspecto tiene el gorgon Waio, pero sobre todo cuál es la recompensa que le da a los niños-fanta. Como se que todos los niños sois muy curiosos, mucho más que los mayores, os voy a contar en el más absoluto secreto todo esto ahora mismo. Pero antes has de prometer una cosa: si sabes de algún mayor que conozca esta historia o que sepa algo sobre los niños-fanta, le debes tapar los ojos y los oidos con tus manos y pronunciar la fórmula mágica que leerás al final de esta historia, para que así ningún mayor sepa cómo llegar hasta ellos y su secreto esté a salvo. Y para que jamás nadie sepa alrededor de qué estrella gira el planeta en el que viven los niños-fanta, no diré ni siquiera su nombre.

Para imaginarte muy bien, verdaderamente bien, cómo son los niños-fanta, cierra los ojos con tus dos manos e imaginalo todo. Originalmente los fanta eran una de las criaturas del planeta Tierra más avanzadas del momento. Vivieron aqui hace millones de años, y eran como pequeños dinosaurios que vivieron en la época de los diplodocus. Lo que pasa es que eran muy pequeños y muy listos y fueron capaces de inventar máquinas de todas las clases, incluso fueron capaces de inventar cohetes espaciales. Ellos supieron que iba a caer un gran meteorito en la Tierra mucho antes de que nadie sospechara nada y decidieron salvar sus vidas fabricando miles de cohetes y naves espaciales y poniendo rumbo a las estrellas. Se llevaron con ellos a los antepasados de los gnomos, que eran como monos en pequeñito. Recogieron todas sus pertenencias y se largaron antes de que el fuego lo abrasara todo. (Psss... no abras los ojos). Aunque algunos gnomos se quedaron y luego se conviertieron en los gnomos que aparecen en los cuentos.

Así llegaron, después de visitar un planeta y luego otro, hasta el lugar donde encontrarían su hogar. Los dinosaurios pequeñitos, no más grandes que un salero y casi igual de grandes que sus acompañantes, los monos-gnomos. Aquel planeta estaba rebosante de vegetación, pero una vegetación especial, porque eran como plantas que se movían más lentamente que un animal y más rápidamente que una planta de la Tierra. Y podian cambiar de color. Los pequeños dinosaurios pronto descubrieron que una de esas plantas especiales, completamente inofensiva, tenía una especie de flores en forma de chupa-chups transparente, que, cuando se le tocaba, emitía un destello en su interior de un color diferente cada vez. Son las isias. Esas flores fueron enseguida consideradas muy especiales. (No abras los ojos aún, paciencia).

Con el tiempo, los dinosaurios pequeñitos y los monos-gnomos evolucionaron hasta ser lo que son hoy, fantas y górgones, así que se parecen mucho a los dinosaurios y a los gnomos, pero son algo distintos. Seguro que como tienes los ojos cerrados eres capaz de ver bien cómo son. Cuando nacen de los huevos, las fantas tienen unas escamas especiales en su espalda que pierden cuando crecen. Es tradición entre las fantas que, coincidiendo con la caida de la primera escama, el mítico gorgon Waio le deje una maravillosa flor de ísia a cada niño-fanta con motivo de tal acontecimiento. La posesión de esa flor les permite grabar en ellas sus sueños. El gorgon Waio tiene de especial, a diferencia del reto de los gorgones que tienen los ojos muy parecidos a los humanos, pero mas redondos, que tiene unos ojos muy grandes y con el iris muy negro y brillante. Y ahora ya puedes abrir los ojos y regresar a tu planeta. Mientras los has mantenido cerrados has estado viajando por las galaxias y has visitado el planeta donde viven las fantas y los górgones. ¿Qué te ha parecido? Y ahora continua la historia.

Aimara se acostó. Se durmió y en cuanto empezó a soñar llegó el ratoncito Pérez, con su recompensa. Como se había tropezado en el cielo cósmico con el gorgon Waio, sin querer se les habían traspapelado las recompensas de uno y otro y en vez de una moneda, le dejó la maravillosa flor de isia a Aimara, sin pensar siquiera en qué hacia, pues aquella noche tuvo mucho trabajo. Por su parte, al gorgon Waio le ocurría exactamente lo mismo: tenía tantisimo trabajo con todos los niños-fanta que tampoco se dio cuenta de que le dejaba una exótica moneda brillante a Fiiti.

Ambas niñas se quedaron de una pieza al no encontrar lo que esperaban. Aimara en cuanto vio que no estaba la moneda que esperaba, quedó decepcionada, hasta el momento en que, al observar más de cerca la flor de isia, se dio cuenta de que tenía un objeto maravilloso en su poder. Quizá no era una moneda, pero, tanto daba. Esa flor, que a ella le parecia un  chupa-chups un tanto raro, daba unos destellos que no podía dejar de observar. Nunca había visto nada igual. Así que decidió conformarse de buena gana y disfrutar del regalito del ratoncito Pérez.

En el otro lado del universo, mientras tanto, Fiiti, se despertaba y, en el lugar donde esperaba encontrar su flor de isia, encontró una enorme moneda. Algo grande porque, aunque los fantas eran mas grande que los dinosaurios pequeñitos de los que descendían, seguían siendo desde luego que de menor tamaño que las personas. Fiiti miró fijamente a su moneda, pues no sabia lo que era. En su planeta no se usaban monedas como dinero. Se usaban las flores de isia. Pero la vio tan reluciente que decidió conformarse de buena gana y disfrutar del regalito del gorgon Waio.

Ambas corrieron de inmediato a contarles a sus respectivos padres el regalo tan especial que les habia hecho Pérez y Waio. Ambas a la vez. También a la vez se fueron a sus respectivas escuelas. Y también a la vez salieron al recreo a jugar, pero en dos planetas diferentes. Las dos, justo antes de que se terminara el recreo, miraron fijamente su nuevo objeto y... ¡se vieron la una a la otra! Entre ellas se había creado un portal que les conectaba la una con la otra. Eso es lo que ocurrió cuando el ratoncito Pérez y el gorgon Waio se tropezaron en el cielo.

Desde ese día Aimara y Fiiti comenzaron a contactar más y más a menudo, hasta que llegaron a hacerse grandes amigas. Era fascinante tener una amiga en la distancia, tan diferente y, sin embargo, tan parecidas en todo. Mantuvieron su secreto hasta que se hicieron mayores. Y acordaron entregarles el secreto de su conexion interplanetaria a sus descendientes. Así que cuando ambas tuvieron una hija cada una, les dieron secretamente, además de la moneda y la flor de isia que siempre traian Pérez y Waio, esos extraños objetos. Y después de eso formularon un hechizo que hizoque se olvidaran las dos de sus extraños objetos y transfirieran a sus hijas el poder de estar conectadas como ellas lo estaban. A mi me contó la Aimara, que vive en la Tierra esta historia y me dijo que pronunciando las palabras de este encantamiento, todos los mayores se olvidarian de la historia que acabo de contarte. Sólo se acordarán si la leen de nuevo.


Sum shuru zum zum, tacata batacaca cocoleococuleo pipilin pedete guater guater pisssssssssssssssssssssss


(Preguntale al mayor que te acaba de leer este cuento, si se acuerda de la historia. Sino, le vas a tener que pronunciar las palabras mágicas con los dedos indice de tu mano metidos en los agujeros de la nariz. Este truco es infalible.)

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