sábado, 30 de abril de 2011

Filomeno y el culo gamberro

Esta es la breve historia de un niño llamado Filomeno que tenia un culo peón que en el momento mas insospechado siempre hacía de las suyas.

Cuando la maestra le preguntaba la lección en el colegio, el culo, por su cuenta, lanzaba un estruendoso peo, la yufa más sonora, y claro, la clase entera se carcajeaba de la manera más delirante del mundo. Pero a la maestra, que en realidad también le hacia risa el peo del culo de Filomeno, le oecurría que se tenía que contener y mostrarse muy seria.


- Yo no he sidoooo!!! Ha sido el tontaina de mi culo, señooo!!!

Nadie le creia.

El pobre Filomeno, por más cara que pusiera de inocente, y por más que protestase, patalease, gritase, nadie le creia. Le decía a su culo:

- Siempre te estás tirando peos delante de los demás. Dejame en paz!

Pero el culo lo mas que contestaba era era una sonora secuencia de peos:

- Prrrrrffff... prrrfff prrrrprrrrr prrrrrrr

- Pero que cochino eres... -- Decía Filomeno.

- Prrrr prrrrr -- El culo parecía reirse de Filomeno.

Y así en muchas otras ocasiones, como por ejemplo cuando estaba en clase de natación y los peos salian burbujeando desde debajo del agua. Por lo menos asi no hacía ruido. O cuando hablaba con la chica que le gustaba. Ahí si que lo pasaba realmente mal Filomeno.

Lo más sorprendente de todo es que no se hacía peos cuando hacia caca. Nunca. "Pero qué culo tan caprichoso", decía Filomeno.

Pero un día oyó unas historias de unos niños que les pasaba lo mismo pero con el pipí y se enteró de que todos, pero todos todos, consiguieron el control de cuando hacer pipi y cuando no, por lo que ya no se hacían pipi encima nunca más. Filomeno pensó que entonces él podría dominar a su culo para que no lanzara más peos. Y le dijo a su culo:

- Me parece que ya no te vas a hacer mas peos, culete mio.

- Pffff....

El culo parecia como si no tuviera potencia para hacerse peos. Y no salió más réplica del culo de Filomeno. Y Filomeno sonrió satisfecho porque sabia, lo sabia bien de verdad, que ya nunca más iba su culo a echarse mas peos sin su consentimiento.

Y colorín colorado, este peo, digo, culo, ayyyyy, digo cuento, se ha terminado.

PPPPRRRRRRRRRRRRRRFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM

Nota del autor: Ayyyy mi culooooooooo

miércoles, 13 de abril de 2011

Rabina: la coleccionista de dieces

Rabina era una niña muy empollona. Seguramente la niña más empollona de todos los tiempos. Si por ella fuera, se pasaría toda la vida estudiando para seguir siendo la niña mas lista de la clase de todas las clases del mundo.

Sus padres estaban verdaderamente preocupados. Por las noches oían como Rabina recitaba en sueños las lecciones que tenia que aprenderse no sólo al dia siguiente, sino para el mes siguiente! En vez de contar ovejitas para dormirse, lo que contaban eran dieces y más dieces.Y tanto le gustaba contarlos que le costaba dormirse de la emoción. Rabina era lo que se llamaba una obsesa de las buenas notas.

Y no tenia amigos. Ni le parecia importar demasiado eso.

Pero en el fondo Rabina se aburría muchísimo y envidiaba a los niños que eran capaces de jugar juntos. Ella creia que era una niña aburrida, por lo que preferia seguir siendo la más lista de la clse, aunque hubiera niños que le llamaban "la formulitas" porque se sabia todas las fórmulas del libro de ciencias de la naturaleza.

Su maestro, don Cándido, se había dado perfecta cuenta de que Serafina no era en absoluto feliz. Así que decidió pensar en ayudarle a hacer amigos. A la hora de salir al recreo, don Cándido le dijo a Rabina:

- Rabina, ven quiero contarte algo.
- ¿Qué es don Cándido?
- Pues mira, verás, he visto que no tienes amigos y creo que es porque los demás niños te ven como demasiado lista. Y realmente lo eres. Pero también me gustaria que los demás niños supieran que eres una niña divertida, porque se que lo eres.

Rabina no podia creer lo que estaba escuchando. Su maestro se había dado cuenta de sus propias preocupaciones. "Quizás hay personas más listas que yo, como don Cándido", se dijo Rabina para sí misma.

- Mira Rabina, he pensado en que tu y yo vamos a compincharnos y vamos a hacerles creer a la clase que no eres tan lista, aunque tu y yo sepamos que si lo eres.

Entonces don Cándido le explicó a Rabina su plan secreto. Conforme se lo explicaba, a Rabina se le iban iluminando los ojos.

Y llegó la hora del regreso a clase tras el recreo. Don Cándido decidió que iba a preguntar la lección a la clase. Y llamó a Rabina. La clase entera dio un suspiro de alivio, pues a nadie le gusta que le pregunten en clase aunque tampoco sea en realidad tan malo. Además todo el mundo daba por sentado que Rabina iba a recitar de pe a pa al dedillo la lección completa.

- Veamos Rabina, mmmm, dime los cinco numeros primos. -- Dijo el maestro con una dulce sonrisa.
- ¿Los primos? Pues mis primos Tata, Tete, Titi, Toto y Tutu, porque dice mis tias que siempre tienen todos los números para que les castiguen.

La clase entera estalló en una descomunal carcajada. Y más aún al ver el semblante inmóvil con el que don Cándido estaba mirando a Rabina, a través de sus gafas de culo de botella. Rabina, mientras, miraba de vez en cuando de reojo a la clase, para ver su "hazaña". Don Cándido es que ni se giraba, y tenia los ojos clavados en aquella, hasta entonces dócil niña, que ahora pretendía revolucionar a la clase.

Esperó paciente a que se hiciera el silencio.

- Así que estás inspiradilla hoy eh, Rabina. Muy bien, te voy a dar otra oportunidad y espero que ahora si que respondas bien.

Rabina estaba sonriente y se sentia importante.

- Rabina,... recita cinco nombres de animales.
- Pues el pato Donald, el ratón Mickey, la pantera rosa, el oso Winnie de Pooh, la gatita Hello Kitty ,... pero no me se los apellidos....-- Dijo Rabina encogiendose de hombros.

Nadie daba crédito a lo que estaba escuchando. Rabina era la chica mas divertida de la clase, pensaban todos. No cesaban de escucharse "juas juas juas por todas partes". Tal era el escándalo que entró el director y todo el mundo se calló de repente.

- ¿Qué ocurre aqui, don Candido?
- Pues que aqui, Rabina, está dandonos toda una leccion de erudición y risitas.
- ¿Risitas? -- Replicó el director, con su voz grave.
- Si, risitas. Mire, mire,... vealo usted mismo. A ver Rabina, citame cinco personajes ilustres de la historia.
- Ahhh esa es fácilisima -- Dijo Rabina con aire de suficiencia -- Los personajes más ilustres de la historia son Harry Potter, Hanna Montana, Justin Bieber, Bob Esponja y los hermanos Phineas y Ferb,... y esta vez me he sabido los apellidos de todos ellos.
- ¡Rabina! ¡A mi despacho!

Acto seguido Rabina se fue con el director y don Cándido, antes de que se cerrara la puerta de la clase, miró a una muy satisfecha Rabina, y le guiñó el ojo con complicidad, sin que nadie le viera, pues sus gafas de culo de botella no dejaban que nadie más se diera cuenta del gesto. Sabia que no iban a ponerle ningún castigo a Rabina, pues entre el director, don Cándido y Rabina estaban compinchados para mostrar a la clase que ella era una niña igual que los demás.

Desde aquel dia, Rabina se ganó la admiración de la clase y los demás niños no dudaron en invitarle a jugar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

lunes, 11 de abril de 2011

La Luna que comió queso

Esta es la historia de como un monton de casualidades puede llevar a que las cosas más inverosímiles puedan ocurrir.

Era una vez la Luna. Estaba redonda y blanca y mas grande que nunca. Iluminó la noche y también con tanta intensidad a la Tierra que incluso ella misma, con sus diminutos pero potentes ojos podia ver todo lo que ocurría en las ciudades, en los rios, en los lagos, en los valles, en las montañas.

Y en esto que se fijó la Luna en un caserío. En el caserío un venerable anciano hacía los mejores quesos de la comarca y sus alrededores. Era un queso tan rico que hasta su olor era delicioso. Y era tan penetrante que hasta la Luna lo olió. Y a la Luna se le antojó el queso.

La Luna, piensa que te piensa, intentó dar con la manera de conseguir un pedazo de queso. Y dio finalmente con la solución.

Brilló tanto, con tanta fuerza que un rayo de su luz se reflejó en el reloj de la plaza del ayuntamiento, y concentró su luz en un punto, donde justo había un mosquito, que estaba descansando después de picar a un caballo. Salió volando, medio cegado por el resplandor y en su atolondrado vuelo tropezó con un grillo que estaba comiendo de la verde y fresca hierba que crecía en el parque que estaba frente al ayuntamiento, mientras hacia sonar su cri-cri-cri-cri incesante y particular. Así que cuando dejó de hacer su sonido, todos los demás grillos dejaron de hacer lo mismo.

Y el buho que estaba cerca del caserío, algo lejos del ayuntamiento se alertó y pensó que es que algún ratón andaba cerca de ahi. Giró su cabeza, y en el giro en sus ojos se reflejó la luz de la luna. Un ratoncito de campo que estaba cerca salió corriendo aprovechando el despiste del buho, que estaba mirando para otro lado.

El buho se percató pera ya era tarde. El ratón se metió en el caserío y fue a parar justo donde estaban los quesos del anciano. Y sin quererlo hacer, empujó a un hurón que andaba comiendo quesos y salió corriendo asustado con un trozo de queso en la mano, hasta alcanzar un arbol.

En el árbol había una ardilla que, al ver el trozo de queso, se pensó que era una bellota. Así que cuando el hurón pasó cerca de la ardilla ésta le quitó la supuesta bellota, haciendo que el huron se sorprendiera y se diera un mamporro con una gruesa rama. La ardilla al no oler a bellota, sino a otra cosa (el queso) se asustó también y lanzó el trozo de queso por los aires, yendose a pinchar en una rama de la copa de un árbol. Asi que el arbol no tuvo más que acercar su rama hasta la Luna para que ésta en un "aaaaaaauummmmmmm" se lo tragara golosa.

Y así fue cómo la Luna consiguió comer queso.

Y colorón colorado, este cuento se ha acabado.

miércoles, 6 de abril de 2011

Aimara y Fiiti

Esta es una historia un tanto curiosa. No tanto por lo que le ocurrió a Aimara, que fue que se le cayó un diente y aquella noche le iba a traer el ratoncito Pérez una recompensa, sino porque más allá de las estrellas, en otra galaxia muy lejana, muy lejana, había otra niña-fanta llamada Fiiti a la que también se le había caido una escama. Su primera escama. Y como es lo acostumbrado en aquel otro remoto lugar del cosmos, el gorgon Waio, le iba a dar su recompensa.

Pero, supongo que os estareis preguntando que qué es una niña-fanta, porqué y de dónde se le caen las escamas, cómo son las casas en las que viven y cómo son sus colegios, quién es  y qué aspecto tiene el gorgon Waio, pero sobre todo cuál es la recompensa que le da a los niños-fanta. Como se que todos los niños sois muy curiosos, mucho más que los mayores, os voy a contar en el más absoluto secreto todo esto ahora mismo. Pero antes has de prometer una cosa: si sabes de algún mayor que conozca esta historia o que sepa algo sobre los niños-fanta, le debes tapar los ojos y los oidos con tus manos y pronunciar la fórmula mágica que leerás al final de esta historia, para que así ningún mayor sepa cómo llegar hasta ellos y su secreto esté a salvo. Y para que jamás nadie sepa alrededor de qué estrella gira el planeta en el que viven los niños-fanta, no diré ni siquiera su nombre.

Para imaginarte muy bien, verdaderamente bien, cómo son los niños-fanta, cierra los ojos con tus dos manos e imaginalo todo. Originalmente los fanta eran una de las criaturas del planeta Tierra más avanzadas del momento. Vivieron aqui hace millones de años, y eran como pequeños dinosaurios que vivieron en la época de los diplodocus. Lo que pasa es que eran muy pequeños y muy listos y fueron capaces de inventar máquinas de todas las clases, incluso fueron capaces de inventar cohetes espaciales. Ellos supieron que iba a caer un gran meteorito en la Tierra mucho antes de que nadie sospechara nada y decidieron salvar sus vidas fabricando miles de cohetes y naves espaciales y poniendo rumbo a las estrellas. Se llevaron con ellos a los antepasados de los gnomos, que eran como monos en pequeñito. Recogieron todas sus pertenencias y se largaron antes de que el fuego lo abrasara todo. (Psss... no abras los ojos). Aunque algunos gnomos se quedaron y luego se conviertieron en los gnomos que aparecen en los cuentos.

Así llegaron, después de visitar un planeta y luego otro, hasta el lugar donde encontrarían su hogar. Los dinosaurios pequeñitos, no más grandes que un salero y casi igual de grandes que sus acompañantes, los monos-gnomos. Aquel planeta estaba rebosante de vegetación, pero una vegetación especial, porque eran como plantas que se movían más lentamente que un animal y más rápidamente que una planta de la Tierra. Y podian cambiar de color. Los pequeños dinosaurios pronto descubrieron que una de esas plantas especiales, completamente inofensiva, tenía una especie de flores en forma de chupa-chups transparente, que, cuando se le tocaba, emitía un destello en su interior de un color diferente cada vez. Son las isias. Esas flores fueron enseguida consideradas muy especiales. (No abras los ojos aún, paciencia).

Con el tiempo, los dinosaurios pequeñitos y los monos-gnomos evolucionaron hasta ser lo que son hoy, fantas y górgones, así que se parecen mucho a los dinosaurios y a los gnomos, pero son algo distintos. Seguro que como tienes los ojos cerrados eres capaz de ver bien cómo son. Cuando nacen de los huevos, las fantas tienen unas escamas especiales en su espalda que pierden cuando crecen. Es tradición entre las fantas que, coincidiendo con la caida de la primera escama, el mítico gorgon Waio le deje una maravillosa flor de ísia a cada niño-fanta con motivo de tal acontecimiento. La posesión de esa flor les permite grabar en ellas sus sueños. El gorgon Waio tiene de especial, a diferencia del reto de los gorgones que tienen los ojos muy parecidos a los humanos, pero mas redondos, que tiene unos ojos muy grandes y con el iris muy negro y brillante. Y ahora ya puedes abrir los ojos y regresar a tu planeta. Mientras los has mantenido cerrados has estado viajando por las galaxias y has visitado el planeta donde viven las fantas y los górgones. ¿Qué te ha parecido? Y ahora continua la historia.

Aimara se acostó. Se durmió y en cuanto empezó a soñar llegó el ratoncito Pérez, con su recompensa. Como se había tropezado en el cielo cósmico con el gorgon Waio, sin querer se les habían traspapelado las recompensas de uno y otro y en vez de una moneda, le dejó la maravillosa flor de isia a Aimara, sin pensar siquiera en qué hacia, pues aquella noche tuvo mucho trabajo. Por su parte, al gorgon Waio le ocurría exactamente lo mismo: tenía tantisimo trabajo con todos los niños-fanta que tampoco se dio cuenta de que le dejaba una exótica moneda brillante a Fiiti.

Ambas niñas se quedaron de una pieza al no encontrar lo que esperaban. Aimara en cuanto vio que no estaba la moneda que esperaba, quedó decepcionada, hasta el momento en que, al observar más de cerca la flor de isia, se dio cuenta de que tenía un objeto maravilloso en su poder. Quizá no era una moneda, pero, tanto daba. Esa flor, que a ella le parecia un  chupa-chups un tanto raro, daba unos destellos que no podía dejar de observar. Nunca había visto nada igual. Así que decidió conformarse de buena gana y disfrutar del regalito del ratoncito Pérez.

En el otro lado del universo, mientras tanto, Fiiti, se despertaba y, en el lugar donde esperaba encontrar su flor de isia, encontró una enorme moneda. Algo grande porque, aunque los fantas eran mas grande que los dinosaurios pequeñitos de los que descendían, seguían siendo desde luego que de menor tamaño que las personas. Fiiti miró fijamente a su moneda, pues no sabia lo que era. En su planeta no se usaban monedas como dinero. Se usaban las flores de isia. Pero la vio tan reluciente que decidió conformarse de buena gana y disfrutar del regalito del gorgon Waio.

Ambas corrieron de inmediato a contarles a sus respectivos padres el regalo tan especial que les habia hecho Pérez y Waio. Ambas a la vez. También a la vez se fueron a sus respectivas escuelas. Y también a la vez salieron al recreo a jugar, pero en dos planetas diferentes. Las dos, justo antes de que se terminara el recreo, miraron fijamente su nuevo objeto y... ¡se vieron la una a la otra! Entre ellas se había creado un portal que les conectaba la una con la otra. Eso es lo que ocurrió cuando el ratoncito Pérez y el gorgon Waio se tropezaron en el cielo.

Desde ese día Aimara y Fiiti comenzaron a contactar más y más a menudo, hasta que llegaron a hacerse grandes amigas. Era fascinante tener una amiga en la distancia, tan diferente y, sin embargo, tan parecidas en todo. Mantuvieron su secreto hasta que se hicieron mayores. Y acordaron entregarles el secreto de su conexion interplanetaria a sus descendientes. Así que cuando ambas tuvieron una hija cada una, les dieron secretamente, además de la moneda y la flor de isia que siempre traian Pérez y Waio, esos extraños objetos. Y después de eso formularon un hechizo que hizoque se olvidaran las dos de sus extraños objetos y transfirieran a sus hijas el poder de estar conectadas como ellas lo estaban. A mi me contó la Aimara, que vive en la Tierra esta historia y me dijo que pronunciando las palabras de este encantamiento, todos los mayores se olvidarian de la historia que acabo de contarte. Sólo se acordarán si la leen de nuevo.


Sum shuru zum zum, tacata batacaca cocoleococuleo pipilin pedete guater guater pisssssssssssssssssssssss


(Preguntale al mayor que te acaba de leer este cuento, si se acuerda de la historia. Sino, le vas a tener que pronunciar las palabras mágicas con los dedos indice de tu mano metidos en los agujeros de la nariz. Este truco es infalible.)

domingo, 3 de abril de 2011

Tomatera Turunlera

Érase una vez una niña que iba al cole que tenia un nombre muy extraño muy extraño que nadie había oído jamás. Se llamaba Tomatera Turunlera. Sus compañeros no paraban de meterse con ella porque según ellos tenia un nombre rarísimo, y por eso no le dejaban jugar con ellos. Entonces Tomatera jugaba siempre sola en el recreo y estaba triste. Tomatera le preguntaba a su padre o a su madre, que porqué ella se llamaba así, que nadie quería ser su amiga suya, que estaba siempre aburrida y triste.

-         No te preocupes Tomatera, -- Le decía su padre – ya verás como las cosas se arreglan y pronto tienes amigos
-         Jooo, papá, si es que con este nombre todos se rien de mi.
-         No es que tengas un nombre de lo más común, hija, pero te aseguro que algún día estarás orgullosa de cómo te llamas, porque además es de lo más original. – Replicaba su madre.
-         Demasiado original,… -- Repetía tristemente Tomatera.

Y así le tocaba quedarse conforme a Tomatera todos los dias.

Hasta que un dia llegó a clase un nuevo alumno. En cuanto la señorita dijo su nombre para presentarlo, la clase estalló en una enorme carcajada. Toda la clase excepto Tomatera y Choricero Mastapán, y la señorita, claro está.

A la hora del recreo de ese mismo día Tomatera y Choricero deambulaban solos por el patio. Choricero estaba más que consentido a que nadie iba a querer ser su amigo, y ni mucho menos jugar con él, excepto si se trataba de jugar a los bocadillos humanos, donde a él siempre la tocaba la peor parte: la de ser el relleno del bocadillo. Tomatera se acercó a él y le dijo:

-         Hola, yo soy Tomatera Turunlera.

Y acto seguido Choricero se sonrió, mitad porque le daba risa el nombre y mitad porque por fin habia encontrado a alguien a quien le pasaba lo mismo que a él. Tomatera se percató y le dijo bromeando:

-         Oye, no te rias de mi…
-         No me rio de ti, aunque tienes un nombre muy gracioso, jajaja. Encantado de conocerte. Yo soy Choricero.

Y acto seguido los dos niños estallaron en una enorme carcajada. Jamás nadie, ni siquiera las señoritas del colegio, que siempre se enteran de todo, habian visto a Tomatera tan sonriente. A lo mejor sus padres tenian toda la razón del mundo y tenia que sentirse orgullosa de verdad. En cualquier caso, Tomatera sintió que un cambio se cocinaba dentro de ella.

Sin embargo los niños de la clase seguían metiendose con ellos. Pero por lo menos se tenian el uno al otro y jugaban juntos.

Hasta que otro dia sucedió algo más. Una niña nueva en clase. Tímida y callada. Se llamaba Zurunlaira Crispina. La seño se limitó a anunciar a la clase que tenian una compañera nueva y que esperaba que entre todos le hicieran sentir como en casa. Los niños de la clase se acercaron a Zurunlaira para conocerla mejor, pero al ver que ésta no hacia ni decia nada y rehuía la mirada, todos los niños decidieron no hacerle caso. Todos los niños excepto Tomatera, Choricero, y la señorita, claro está.

Tomatera, que en realidad es una niña bastante decidida, se acercó con Choricero hasta el rincón del recreo en el que se encontraba Zurunlaira y le dijo:

-         Hola, me llamo Tomatera y este es Choricero.

Acto seguido Zurunlaira sonrió. Y dijo:

-         Yo me llamo Zurunlaira Crispina.
-         Tu nombre es también diferente. ¡Que genial! – Dijo Choricero. Eso le encantó a Zurunlaira, quien se sintió reconfortada.
-         ¿Quieres ser nuestra amiga? – Preguntó Tomatera
-         Pues claro que si.

Y se pusieron a jugar entre ellos. Los demás niños veian que la nueva compañera jugaba con los dos niños con nombres raros. Y sin embargo no queria jugar con ellos. Algunos de los cabecillas de la clase intentaron unir a Zurunlaira a sus pandillas, que además era una niña muy guapa. Pero siempre se reian de ella en cuanto les decía su nombre.

-         Ellos se lo pierden. – Decía Tomatera a menudo, quien había asumido su condicion de tener un nombre diferente. – Si no saben darse cuenta de que jugar contigo es muy divertido, aunque te llames Zurunlaira, es que son tontos.
-         Jajajajaja,… tontos, si Tomatera, muy tontos.
-         Pero tontos tontorrones, no solo tontos, jajajaja – Dijo Choricero.

Y siguieron jugando.

Con el paso del tiempo llegaron otros dos nuevos alumnos, a los que les ocurría lo mismo. Se trataba de Jambrina Jengirufa y Clostideo Purrupum. No fueron bien recibidos por los demás. Todos los niños no les hacian caso. Todos los niños excepto Tomatera, Choricero, Zurunlaira y la señorita, claro está.

La pandilla de los niños de nombres extraños era además un ejemplo de armonía. Siempre se lo pasaban bien, pues sabian perfectamente lo que era sentirse discriminados y rechazados y todos sabian del poder destructivo que tenian las ofensas entre ellos y todos eran conscientes de que se lo podian pasar bien juntos porque se respetaban entre si. Por lo único que se peleaban algunas veces era por ver quién tenía el nombre más raro. La señorita se sentía orgullosa de esa pandilla. Aunque los demás niños de la clase los seguían viendo como una pandilla rara.

-         Oidme, tengo una idea – Dijo Tomatera
-         ¿Cual?
-         ¿Y si hacemos un club?
-         ¿Un club? ¿De qué? ¿Para qué? – Preguntaron casi todos a la vez.
-         ¡Pues un club de niños con nombres raros!
-         ¡Genial! – Gritaron al unísono
-         ¡Y no dejaremos que nadie más entre! – Dijo Jambrina
-         No, no. Esa no es la intencion. – Corrigió Tomatera. – En este club nos gusta pasarnoslo bien. Y nos lo pasaremos mejor cuantos mas seamos. Y dejaremos que cualquier niño que quiera pueda entrar en él. Pero con la condición…. ¡ de que tenga su propio nombre raro!

A todos los niños les pareció una idea fantástica. Desde entonces fueron el club de los niños con nombres raros.

-         Y además, haremos una cosa… -- Prosiguió Tomatera.
-         ¿El qué, Tomatera? – Preguntó Clostideo
-         Pues nos defenderemos y protegeremos entre nosotros. Ay del que se meta con uno de nosotros. Iremos todos los demás a defenderle. ¡A ver quien se atreve!

Los niños del club estaban cada vez más encantados con la idea, y sobre todo de tener a Tomatera al frente. Ya no tenian que temer a nada ni a nadie.

O a casi nadie, pues un día llegó un niño nuevo. Pero este no se escondía de nadie, ni tenia miedo de nadie, ni tenia un nombre raro, y además era grande, fuerte, y tenia cara de malo. Es más, es lo que todo el mundo dice que es un niño malo. Y tenia un nombre de niño malo: Jack. Todo el mundo le tuvo pánico de inmediato a ese niño. Todo el mundo excepto Tomatera, Choricero, Zurunlaira, Jambrina y Clostideo, y la señorita, claro está.

Ese mismo día en el recreo, Jack, se empezó a meter con todos los niños de la clase, uno a uno. Todos recibieron un regalito de presentación de Jack, pues empezó a repartir empujones, tortazos, zancadillas, gritos, sustos, pellizcos, … aprovechando cualquier momento en que ninguna de las señoritas miraban. Nadie se atrevía a decirle a la señorita lo que Jack hacía por miedo a que le pegase más.

Hasta que se dirigió a Clostideo, que además era un niño un poco enclenque, y le dijo, dandole un empujon:

-         Cómo te llamas, enano.
-         Me llamo Clostideo.
-         Jajajajaja…. Ahora vas a ver lo que te va a pasar por tener ese nombre tan ridículo.

Pero antes de que pasara nada, a un grito de “a por éeeeeel”, entre Tomatera, Choricero, Zurunlaira y Jambrina, se echaron encima de Jack y le agarraron, dejándolo quieto por completo. Jack se quedó patidifuso.

-         Vamos a ver… -- Dijo Tomatera -- ¿No pretenderás pegar a un miembro de nuestro club no?
-         ¿Vuestro club?
-         Si, nuestro club. Somos el club de los niños con nombres raros.
-         Pues entonces yo no puedo estar con vosotros
-         Te equivocas. Si te inventas tu propio nombre raro puedes unirte a nosotros – Tomatera pensó que era mejor tener a Jack como amigo que como enemigo, y al fin y al cabo es un niño, con lo que seguro que le gustaria jugar. Además tener un amigo fuerte siempre es una ventaja.
-         ¿Ah si? – A Jack nadie le habia invitado nunca a un club, porque todo el mundo lo juzgaba por su apariencia. Parecia un niño malo, pero el sabia que no lo era en realidad. Así que aceptó la invitación. – ¡Pues genial!
-         Estupendo, pues inventate un nombre y te soltaremos, y además pertenecerás a partir de ahora a nuestro club.
-         Mmmmm – Piensa que te piensa, Jack se inventó un nombre raro que le gustara, y que además no sonara a niño malo. – ¡Ya lo se! Me pienso llamar Bombito

A todos los niños les pareció un nombre de lo más gracioso, por lo que se carcajearon de lo lindo. Jack, mejor dicho, Bombito, ya era uno más del club.

Y mientras tanto, los demás niños de la clase miraban atónitos cómo lo que ellos consideraban la pandilla de los niños raros era capaz de hacer frente a aquel brutote y además de hacer que fuera amigo de ellos. Eso hizo que el club de los niños con nombres raros se ganara el respeto de toda la clase y no tardaron en unírsele a él más niños,… eso si, a condición de que tuvieran su propio nombre raro.

Asi que Tomatera acabó por darse perfecta cuenta de lo que sus padres le decian. El ser diferente es algo para sentirse orgullosa. Y además todos los niños del club se sentian orgullosos por eso mismo.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.